miércoles, 19 de agosto de 2015

Oración y relación

La oración forma parte de los cimientos de una vida con Dios.
Es tan importante que, en su momento, los discípulos pidieron a Jesús que les enseñara a orar. Él les dijo como hacerlo, les dio un ejemplo (Mateo 6:9-13).

Hoy en día usamos la oración como si escribiéramos una carta a los Reyes Magos: damos una larga lista de pedidos (siempre acordándonos de los demás) y, si eso, también damos gracias por alguna que otra cosa. No digo que pedir y dar las gracias a Dios esté mal, todo lo contrario, es bueno expresar esas cosas a Señor. Pero falta algo más, ¿no?

Jesús se nos presenta como nuestro amigo... ¿Tú con tus amigos sólo hablas para pedirles cosas y darle las gracias? Una amistad es algo más, ¿verdad? Se trata de compartir momentos, inquietudes, planes, etc. ¿Y si te digo que eso también debe formar parte de la oración? 
No hace falta pararse, agachar la cabeza y cerrar los ojos para hablar con Él. Tampoco decir palabras rimbombantes ni hacerlo en voz alta. Podemos orar mientras conducimos, jugamos al tenis, en el instituto o en el trabajo. Además de en nuestro tiempo apartado a Dios, la conexión con Él debe durar todo el día.
Tenerlo en cuenta en todo momento y buscar su voluntad hasta en las cosas más simples nos hace tener una mayor relación con Dios. De esta forma podremos decir: "porque tuyo es el reino, y el poder, y la gloria, por todos los siglos. Amén." Mateo 6:13




viernes, 7 de agosto de 2015

Amar no es una opción

Si sigues a Jesús, amar no es una opción.

"Un mandamiento nuevo os doy: Que os améis unos a otros; como yo os he amado, que también os améis unos a otros. En esto conocerán todos que sois mis discípulos, si tuviereis amor los unos con los otros." Juan 13:34-35

Últimamente estoy leyendo muchas noticias relacionadas con la homosexualidad, y muchas veces me pregunto si la iglesia sabe afrontar verdaderamente este tema. 
En más de una ocasión he escuchado decir a cristianos: "A los homosexuales cuanto más lejos mejor" y eso me entristece. Jesús nos demostró una y otra vez su amor hacia todos, demostrando que la gracia estaba por encima de cualquier cosa. ¿Por qué gastamos entonces tantas energías en juzgar cuando ni el mismo Jesús lo hacía? Él rechazaba el pecado, lo que la persona hacía mal, pero nunca jamás a la persona.
Si no fuera por su amor y gracia hacia nosotros ninguno seríamos dignos de acercarnos a Él, porque todos, incluidos tu y yo, pecamos.