sábado, 23 de agosto de 2014

Amistad... ¿qué es eso?

¿Has oído alguna vez la frase esa de "mis amigos los puedo contar con una sola mano y me sobran dedos"? ¿Alguna vez la habéis dicho? Porque yo si...

Los seres humanos hacemos grados de amistad, aunque en Facebook después aparezcan todos como "amigos". No tenemos el mismo grado de confianza con unos que con otros, no nos expresamos igual con todos, al igual que no contamos todo a la mayoría, solo con unos pocos. Y es que la relación que tengamos con cada cual (o la ausencia de la misma) es un elemento determinante para ésto. 

Pero quiero hablar de amistad en términos de Dios y es que... ¿estarías dispuesto a morir por un amigo?

Hoy leyendo Juan 15 me he "tropezado" con lo siguiente.

"Este es mi mandamiento: Que os améis unos a otros, como yo os he amado. Nadie tiene mayor amor que este, que uno ponga su vida por sus amigos. Vosotros sois mis amigos, si hacéis lo que yo os mando." Juan 15: 12-14

He leído muchas veces este versículo, sin embargo hoy me ha llamado especialmente la atención. ¿Te has dado cuenta? Jesús llama amigo al que le sigue. Él sabe que nos equivocamos (los creyente no somos perfectos...), pero aún así nos llama amigos. 
Además, nos da un mandamiento muy importante, que amemos a los demás como Él nos amó a nosotros. ¿Y cómo nos ha amado Él? Muchísimo, su amor no tiene fin, murió por nosotros, sin que nosotros lo mereciéramos, y aun así... Nos llama amigos... ¿Sabes? 


Ni tú ni yo merecemos que Dios nos llame así, sin embargo nos acepta de todas formas, tal como somos. Pero, ¿nosotros hacemos lo mismo?
Dios quiere que nos amemos como Él nos ama, que realmente seamos amigos. No valen los grupitos exclusivos dentro de las iglesias, no hay escusas, eso no forma parte de la voluntad de Dios. Él no eligió a los más guapos o simpáticos... 

No digo que te tengas que relacionar con todos de la misma forma, como he dicho los humanos nos basamos en las relaciones vividas a la hora de tener más cercanía con una persona que con otra, de hecho Jesús tuvo una amistad más especial con Juan que con los demás. A lo que me refiero es que no podemos dejar fuera de una relación de amistad a personas simplemente porque no te caigan bien o no sean lo suficientemente "cool" para ti. 

Si Dios nos amó primero, si invierte tiempo en nosotros, ¿no debemos hacer lo mismo con los demás?

martes, 19 de agosto de 2014

Película: "Dios NO está muerto"

Tenía muchas ganas de ver esta película, y hace muy poquito ¡por fin pude!

¿De qué va?


Opinión:

Se trata de varias historias que se conectan a través de distintas formas entre los personajes. Todas tienen su propio drama pero las que más me han llamado la atención es la del joven que le toca enfrentarse a su nuevo profesor experto en filosofía que afirma que Dios está muerto y la joven marroquí "enjaulada" en una cultura que no le permite manifestar su forma de pensar.

Se tratan muchos temas, pero todos se centran en lo importante que es tener una relación con Dios para que escuchemos al Espíritu Santo y así nos guíe, de la firmeza en Él y lo importante de nuestro testimonio para que otros puedan conocerlo o sentirse apoyados en las circunstancias que estén viviendo.

Las actuaciones son muy buenas. Uno de los actores principales es Shane Harper, fue curioso ver a un actor Disney en esta película, pero sin duda la mejor actuación es la de Kevin Sorbo (el profesor) que nos llega a transmitir el gran odio que tiene este personaje por Dios y por las personas que le siguen. Solo es actuación, pero realmente hay muchas personas así por el mundo, al menos yo me he encontrado algunas. Es genial como el alumno es capaz de contraargumentar al profesor tanto con la Biblia como con argumentos dados por ateos.

También participa el grupo cristiano Newboys, que además ponen banda sonora.


Es perfecta para cualquier tipo de edad, sobre todo a partir de la adolescencia, y nos hace pensar sobre muchas circunstancias, incluso en la muerte.


Recuerda, Dios no está muerto.
Más información en Protestante Digital.

jueves, 7 de agosto de 2014

Dame paciencia, ¡pero la quiero ya!

¿Alguna vez has visto convertirse una semilla en árbol en un solo día? ¿O que a un bebé le crezcan todos los dientes en una sola noche (muelas de juicio incluidas)? ¿Conoces a alguien que se haya sacado la licenciatura de medicina en una semana? ¿Y en un mes?
No, ¿verdad? Si es que sí avísame, sería un suceso digno de ver en las noticias de la tele.

Todas las cosas requieren su tiempo: no envejeces en una hora, no creces de la noche a la mañana, no adelgazas por comer un día a base de frutas y comida light,... Nada se consigue en segundos. De hecho, hasta en los establecimientos de comida rápida tienes que esperar (primero para pedir y pagar y luego para recibir el pedido).

Debemos esperar para que sucedan las cosas. 
Si sabemos eso, ¿por qué nos desesperamos y desanimamos tanto cuando nuestras oraciones no se ven cumplidas?  Tenemos siempre ansiedad por la realización inmediata de nuestros deseos, queremos que las cosas sucedan cuanto antes y en el momento que queramos, pero... Dios nos da lo que considera mejor para nosotros en el momento exacto, no se atrasa ni se adelanta. Su tiempo es perfecto, y a menudo, diferente al nuestro. Debemos pedir que fortalezca nuestra fe y esperanza, y aumente nuestra paciencia. Pero, ¡ojo! No podemos orar diciendo:

- Señor, dame paciencia, pero ¡dámela ya!

La paciencia se va desarrollando poco a poco.


Confía y espera porque en Él tendrás lo que realmente necesitas.

sábado, 2 de agosto de 2014

Crecer para entender

Cuando tenía 5 años iba con mis padres y hermana a un camping los fines de semana. Allí conocía a muchos niños, pero Andrea era mi mejor amiga. Me gustaba jugar con ella, ir a la piscina, pisar charcos bajo la lluvia,... y compartíamos todo.

Una noche todos los padres se reunieron fuera a cenar. Andrea y yo estábamos en mi roulot. No recuerdo exactamente el motivo, pero fui al cuarto de mis padres, subí a la cama y cogí el monedero de mi padre. Para mi el dinero no tenía un significado especial, no entendía el mecanismo, solo sabía que a veces mi padre me daba una moneda de 100 pesetas (a la que yo llamada "un duro gordo") y con eso podía pedir chuches en los kioskos. 
Nos sentamos en la esquina de la cama, saque el dinero y empecé a repartirlo con ella: una moneda para ella y otra para mi, así sucesivamente. Cuando las repartí todas en el monedero sólo quedaba un billete, ¿qué podía hacer con eso? No se me ocurrió otra cosa que partirlo por la mitad... Medio billete se lo di a Andrea y el oro medio me lo quedé yo.
Después de eso puse el monedero en su lugar y seguimos jugando en otro lado.

Cuando ya todos terminaron de cenar y fuimos cada uno a su lugar, alguien llamó a nuestra roulot. Era Andrea y su padre. Le contó al mio que había encontrado a su hija con todo ese dinero y que era nuestro, y claro tuvimos que explicar que habíamos hecho.

Cuando se fueron, ¡tuve una gran regañina! Pero la verdad es que no entendía muy bien el motivo, ¡solo había compartido unas monedas y un trozo de papel con mi mejor amiga! ¿Tan malo era eso? Lo único que me quedó claro era que las cosas de papá no se tocaban y que no tenía que volver a hacer eso.

Hasta que no crecí lo suficiente no me di cuenta realmente de mi error, de que está bien compartir, pero no de esa forma. Y que el dinero tiene un valor, un funcionamiento y que a mis padres les costaba mucho trabajo conseguirlo.

De esta misma forma Dios nos disciplina. Muchas veces pensamos o hacemos cosas que creemos que están bien, o más bien, que pensamos que no es algo tan malo. En fin, hay mucha gente que hace cosas peores, ¿no? Sin embargo, si vamos a la Biblia resulta que según Dios no es así. En este caso tenemos dos opciones, someternos a la verdad de Dios, o seguir pensando que "no es tan malo". Pero claro, después vendrán las consecuencias.
Podemos no entender ciertas cosas que Dios nos esté diciendo en determinados momentos, y puede ser que nos ocurra durante un tiempo. A veces necesitamos madurar en su voluntad para poder comprender esas situaciones, igual que yo necesité cumplir más años para entender por qué eso que había hecho había estado mal. Lo bueno es que si decides seguir a Jesús el Espíritu Santo pasa a estar contigo. Viene a ser tu guía dándote conciencia de lo que está realmente mal, para que puedas evitarlo o arrepentirte, según el caso.