jueves, 7 de agosto de 2014

Dame paciencia, ¡pero la quiero ya!

¿Alguna vez has visto convertirse una semilla en árbol en un solo día? ¿O que a un bebé le crezcan todos los dientes en una sola noche (muelas de juicio incluidas)? ¿Conoces a alguien que se haya sacado la licenciatura de medicina en una semana? ¿Y en un mes?
No, ¿verdad? Si es que sí avísame, sería un suceso digno de ver en las noticias de la tele.

Todas las cosas requieren su tiempo: no envejeces en una hora, no creces de la noche a la mañana, no adelgazas por comer un día a base de frutas y comida light,... Nada se consigue en segundos. De hecho, hasta en los establecimientos de comida rápida tienes que esperar (primero para pedir y pagar y luego para recibir el pedido).

Debemos esperar para que sucedan las cosas. 
Si sabemos eso, ¿por qué nos desesperamos y desanimamos tanto cuando nuestras oraciones no se ven cumplidas?  Tenemos siempre ansiedad por la realización inmediata de nuestros deseos, queremos que las cosas sucedan cuanto antes y en el momento que queramos, pero... Dios nos da lo que considera mejor para nosotros en el momento exacto, no se atrasa ni se adelanta. Su tiempo es perfecto, y a menudo, diferente al nuestro. Debemos pedir que fortalezca nuestra fe y esperanza, y aumente nuestra paciencia. Pero, ¡ojo! No podemos orar diciendo:

- Señor, dame paciencia, pero ¡dámela ya!

La paciencia se va desarrollando poco a poco.


Confía y espera porque en Él tendrás lo que realmente necesitas.

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