Una mañana un viejo Cherokee le contó a su nieto
acerca de una batalla que ocurre en el interior de las personas.
- Hay una batalla entre dos lobos dentro de
todos nosotros -dijo-. Uno es Malvado: es ira, envidia, celos,
tristeza, pesar, avaricia, arrogancia, autocompasión, culpa,
resentimiento, soberbia, inferioridad, mentiras, orgullo,
superioridad y ego. El otro es Bueno: es alegría, paz amor,
esperanza, serenidad, humildad, bondad, benevolencia, amistad,
empatía, generosidad, verdad, compasión y fe.
El nieto lo medita por un minuto y luego pregunta:
- Dime abuelo, ¿cuál de los dos lobos ganará?”
El viejo Cherokee responde:
- Aquél al que tú
alimentes.
Algo parecido pasa entre la carne o naturaleza pecaminosa (según tu versión) y el Espíritu Santo.
El Espíritu Santo pasa a estar con nosotros
cuando aceptamos a Jesús en nuestra vida. Nos regenera y nos da una nueva naturaleza. Esta naturaleza busca agradar a Dios obedeciéndole. Busca hacer Su
voluntad.
La “carne” o “naturaleza
pecaminosa”, se refiere a la vieja naturaleza o viejo hombre. El pecado nos afecta desde nuestro nacimiento, busca satisfacer nuestros propios deseos, es egoísta y contrario a la ley y la voluntad de
Dios.
Según al que demos mayor lugar en nuestra vida, según si "damos más de comer" al Espíritu o a la carne, así será quien gane en nosotros. Así también serán nuestros frutos.
Si ahora mismo el lobo malo está más
alimentado, si los frutos de la carne son los que más se expresan en tu vida.
Tranquilo. Recuerda la solución que Pablo da al conflicto en el v.16, busca la
voluntad de Dios. Conócelo y decide entregarte a Él. Deja tus
cargas en sus manos y empieza ahora a seguir sus pasos. Dale de comer
al lobo bueno y poco a poco verás como los frutos del Espíritu
empiezan a crecer en ti.