jueves, 2 de abril de 2015

Perdida de seres queridos

La muerte forma parte de la vida. Es una puerta que, de un momento a otro, todos debemos cruzar. Lo que encontremos detrás dependerá de una decisión muy concreta: haber aceptado a Jesús como nuestro salvador o no.
Sus seguidores sabemos que estaremos en el cielo junto a Dios y los nuestros, pero eso no quita nuestro dolor humano ante la separación que supone la marcha de un ser querido.
Estos días en mi congregación, estamos sufriendo varias despedidas que, aunque son un "hasta luego", dejan un vacío. ¡Dios nos consuele! (2ª Tesalonicenses 2:16-17)
Justo en estas fechas se celebra la Semana Santa. Ésta situación me hace recordar los momentos en que Jesús advertía a sus discípulos de su muerte y resurrección. No entendían por qué debía suceder, aunque Jesús se lo había explicado en varias ocasiones. A veces creo que su mentes se paralizaban en la palabra "muerte", por lo que no podían asimilar sus declaraciones sobre la resurrección. 
Si la separación de un ser querido produce dolor, no puedo imaginar como me sentiría si, habiendo podido andar junto al Hijo de Dios (físicamente), supiera que de un momento a otro, esto dejaría de suceder.
Seguramente, equivocada como Pedro al no entender la finalidad (o pensar egoistamente en quererlo a mi lado), hubiese intentado evitar que sucediera lo anunciado. (Marcos 8:31-33)

Jesús murió en la cruz de la peor forma posible en esa época, pero a los tres días, tal como había afirmado, resucitó. Por eso tengo la certeza de que Dios cumple sus promesas y cuanto me toque cruzar esa puerta podré estar con ellos. Estaremos juntos de nuevo de la mano de Cristo, porque Él vive.


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