Someterme... ¿Yo?
Sí, claro...
Sí, claro...
Aceptémoslo, no nos gusta esta palabra. Está mal vista. En
nuestra sociedad tiene connotaciones muy feas que yo tampoco acepto.
Pero con Dios, el sentido de esta palabra y el fin, es diferente. Se debe a que el sometimiento a Dios sólo da resultados positivos en nuestra vida espiritual.
Antes relacionaba esta palabra del versículo Santiago
4:7 con obediencia. Pero me he dado cuenta de que no es
eso, se trata de algo más. Es un cambio en la estructura de nuestro pensamiento por decisión propia, un cambio
íntimo hacia la voluntad de Dios que transforma nuestro estilo de pensamiento y, por tanto,
nuestra forma de vida. Entonces, es cuando la obediencia en nuestros hechos
cobra sentido.
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